Guía In Velo Veritas para la seguridad del estilo

Admitámoslo: Aún quedan unas semanas o meses para la edición 13 de la In Velo Veritas. Sabiendo que los expertos más versados ya comenzaron hace años o décadas a buscar y coleccionar ese material que se celebra durante y con la ruta en bicicletas de carretera clásicas en la región de Weinviertel, el tiempo restante hasta el 14 de junio de 2025 parece, no obstante, extremadamente corto.
Y cuanto más se acerca el evento, más urgente se vuelve la pregunta, además de con qué bicicleta participar (Consejo para los principiantes: existen tiendas y direcciones especializadas donde se puede adquirir o alquilar este tipo de material), sobre todo también esta: „¿Qué me pongo para ello?“

Después de todo, el „vestuario acorde a la época“ es, según el reglamento de IVV, „apreciado“, lo que se puede traducir como „bien visto, pero no obligatorio“. Porque aparte de las normas relacionadas con las bicicletas permitidas para la ruta – en resumen: fabricadas en 1987/88 o antes, o réplicas auténticas; cambios en el tubo inferior; sin manetas de freno-cambio combinadas en el manillar; sin pedales modernos de clic –, los organizadores no son estrictos y se esfuerzan por ofrecer un fin de semana relajado para todos, aunque deportivo.
Así que quien prefiera lucir el último conjunto aerodinámico, calcetines de rayas coloridos o una equipación ciclista normal y sencilla en una de las tres rutas a elegir, no se sienta obligado a otra cosa. Sin embargo, quien quiera hacer un favor a sí mismo y al evento, que siga la tendencia retro incluso en el vestuario y los accesorios, y disfrute aún más del ambiente y el encanto en el lugar.

Hasta aquí, todo bien. Pero … ¿qué encaja exactamente en la época? ¿Cómo lograr una aparición auténtica y fiel a la época en In Velo Veritas & Co.?
Hemos trasladado la pregunta a un distinguido grupo de renombrados coleccionistas y verdaderos amantes de los clásicos – y lo hicimos a tiempo antes de los mercados de pulgas vieneses relevantes como Ciao! Primavera en el U-Bahn Bogen Zufferbrücke del 4 al 6 de abril, así como en la Plaza del Ayuntamiento en el marco del Festival de Bicicletas Argus los días 12 y 13 de abril (segundo consejo para los novatos retro: estas fueron recomendaciones de compras).

Lo que tienen en común los grandes vieneses Michael Zappe y Werner Schuster, así como el especialista de Tulln Franz Autrieth: además de una impresionante cantidad de bicicletas de acero, generalmente en calidad o exclusividad admirable, fotos antiguas, escritos y artículos devocionales, también poseen una cantidad considerable de maillots reproducidos o incluso originales. Cuántos exactamente, es difícil de decir, porque: „Si las esposas están presentes en la misma habitación, el inventario se reduce inmediatamente a menos de la mitad“, comenta el comerciante de mercadillos René Winkler, en cuyo taller en Hietzing nos reunimos todos.
Por cierto, esta reunión fue iniciada por la revista In Velo Veritas, que estará disponible próximamente en puntos de encuentro ciclistas seleccionados o se entregará como obsequio durante la salida en junio, y este año también cuenta la historia de la bicicleta a través de la moda correspondiente.

A comienzos del siglo XX, el ciclista de renombre y fama, mayormente francés, prefería vestir jerséis de lana de corte estrecho. Los señores Garin, Cornet, Trousselier, Crupelandt, Pélissier, Ganna y otros primeros ganadores del Tour de France, París-Roubaix, París-Brest-París o el Giro d’Italia, lucían en solitario lo que en la época pionera de un Josef Fischer aún se ocultaba bajo conjuntos tipo traje, compuestos por medias largas, pantalones cortos hasta la rodilla y chaquetas robustas.
Con mangas largas y cuellos altos, medianamente protegidos contra el viento y el frío durante las interminables etapas, la gama de colores habitual – tonos marrones y grises apagados o simplemente negro – ofrecía una cierta protección visual frente al omnipresente polvo y suciedad de las carreteras. Excepciones como las camisetas a rayas coloridas de Hippolyte Aucouturier o René Pottier confirmaban la regla.

Los nombres de fabricantes, como se puede observar en la reproducción de un jersey de los años 1910, eran en esa heroica época aún una rareza y, si aparecían, solían ser aplicados de forma flexible mediante parches. Esto se debía, entre otras cosas, a que el Tour de France, a diferencia del Giro d’Italia, por iniciativa de su director Henri Desgrange, permaneció estrictamente como una prueba individual hasta la Primera Guerra Mundial, prohibiendo oficialmente los equipos (así como cualquier tipo de ayuda mutua dentro de ellos – servicios de marcaje, intercambio de materiales …).
Lo que sí se veía con frecuencia sobre y por encima de las camisetas eran neumáticos de repuesto colgados al hombro, gorras de tela y gafas de aviador.
Y para ilustrar un poco la capacidad de sufrimiento y rendimiento de los héroes de aquella época: Las bicicletas de entonces contaban con neumáticos macizos, solo un piñón y, en su mayoría, eran de marcha fija, ya que los bujes con rueda libre, como el exitoso modelo Torpedo de Fichtel & Sachs, apenas estaban comenzando a producirse en serie. Para frenar, se utilizaban frenos de estampilla.

Años políticamente grises también fueron años pobres en el ciclismo. Pero entre ellos y después, la rueda giró cada vez más rápido, como lo demostró especialmente para Austria Max Bulla con su día en amarillo en 1931 y su victoria en la inauguración del Tour de Suiza en 1933.
También entraron en escena los frenos de llanta y más piñones, se inventó el cierre rápido y, a partir de 1932, el cambio de marchas revolucionó el cambio de velocidades: ¡adiós al desmontaje de la rueda trasera! Sin embargo, un drama eterno siguieron siendo los anchos neumáticos tubulares pegados a llantas de madera.
En cuanto a la moda de aquellos días, nuestra réplica de Opel hace trampa: los cuellos cortos aún no estaban de moda; más bien, las camisetas se abotonaban por delante (en lugar de en el hombro como al principio), y los cuellos de polo reemplazaron a los cuellos enrollados. En la parte delantera destacaban enormes bolsillos en el pecho con botones, donde se almacenaban provisiones y lo esencial para las habituales distancias monstruosas. En la parte trasera se añadía más espacio de almacenamiento según el patrón actual – abierto en la parte superior y dividido en varios compartimentos. El anillo en el pecho, generalmente blanco, se estableció como el patrón de diseño básico, la elección de colores se volvió más atrevida, y la publicidad bordada en las camisetas se volvió más prominente.

Fue la época de los primeros grandes presupuestos y equipos de fábrica, organizados jerárquicamente y dictados técnicamente en términos de material – como Automoto en Francia, Legnano en Italia, Mifa, Diamant (para el cual – antes de sus mayores éxitos – también corrió Max Bulla) o, precisamente, Opel en Alemania, donde, entre otros, estaba contratado el récord de seis días Richard Huschke. Por cierto, Michael Zappe se pone la ropa profesional replicada de Huschke cuando saca a pasear su bicicleta Opel – ¡quien puede, puede! La mejor marca de Huschke, establecida junto a Frank Krupkat en Berlín en 1924, de 4,544.2 kilómetros, sigue vigente hasta hoy y no está en peligro en estas salidas.
Y fue la época de los primeros grandes italianos: Ottavio Bottecchia, quien ganó el Tour de Francia en 1924 y 1925 con Automoto, pero que dos años después murió violentamente: golpeado con una piedra por un agricultor que lo sorprendió robando uvas; Alfredo Binda, estrella de Legnano, triple campeón mundial (incluida la primera edición de este evento en 1927) y cinco veces ganador del Giro, quien en 1930 renunció a otra participación en el Giro a petición del organizador y a cambio del premio completo, para evitar el desinterés del público debido a su abrumadora superioridad; o, también en el equipo de los constantemente verdes, la icónica figura de Gino Bartali, quien entre sus cinco victorias en Grandes Vueltas (1936-38, 1946, 1948) se convirtió en un salvador de vidas probablemente en cientos de ocasiones. Disfrazado de entrenamientos, contrabandeaba pasaportes falsificados para judíos escondidos en el tubo del cuadro de su bicicleta por todo el país.

Antes de adentrarnos en las indiscutibles épocas doradas del ciclismo de carretera, una palabra sobre el material clásico de los maillots y su conservación.
Una regla no escrita del estilo vintage dicta que el escenario de la velofilia debe ser pisado preferiblemente con lana. Aunque pueda picar. Aunque, mojada por la lluvia o empapada en sudor, cuelgue pesada como el plomo sobre los hombros. Aunque se encoja un poco más con cada lavado, hasta que el Homo athleticus comience a dudar de su figura ideal.

Las fibras sintéticas puras -en su momento aún lejos de ser transpirables o aerodinámicas en su diseño, pero al menos increíblemente ligeras- revolucionaron el mundo de los maillots de ciclismo recién a lo largo de la década de 1980. Y, según el reglamento IVV, ahí es donde termina lo clásico y bello. Antes de eso, dominaban las fibras naturales de diferentes orígenes o razas de ovejas y, especialmente en la pista o como material de ropa interior, también la seda. Más tarde, aparecieron tejidos mixtos con apariencia de lana, con proporciones variables de materiales como Dralon o Rhovyl.
El único problema es que las larvas de polilla adoran devorar lana y se apoderan de estos tejidos más rápido de lo que uno puede darse cuenta. Como contramedidas, nuestros expertos recomiendan: papel antiplagas, jabón de lavanda, madera de cedro. Y guardar cada maillot individualmente en bolsas de plástico herméticas.

Además de la lana como material, los anillos blancos en el pecho, los diseños reducidos y mayormente bicolores, y los letreros emblemáticos son algunas de las insignias típicas de las épocas pasadas del ciclismo. Y estas características logran despertar nostalgia incluso en quienes no están familiarizados con el tema, lo cual, además de la historia relativamente extensa de las competiciones, seguramente también tiene que ver con la larga permanencia de los patrocinadores. Pues estos a menudo determinaban durante décadas el aspecto casi inalterado de los maillots.
Por ejemplo, las legendarias franjas de rally de Peugeot tuvieron 24 temporadas ininterrumpidas para grabarse en la memoria de las personas; antes de eso, el azul y amarillo original de los franceses se encontraba durante 40 años en el uniforme de servicio de sus ciclistas oficiales. Igualmente, Legnano apostó durante el mismo tiempo por el característico verde venenoso y rojo como colores de la casa. La presencia azul y blanca de Bianchi en el pelotón perduró, combinada ocasionalmente con co-patrocinadores cambiantes como Dunlop, Pirelli, Ursus o Campagnolo, desde 1905 por más de siete décadas.
El fabricante italiano de salami Molteni se involucró desde 1958 hasta 1976 con una elegante y sobria combinación de color marrón y naranja, logrando en ese período -principalmente gracias a Eddy Merckx- 663 victorias. Un año después y durante tres años más, Flandria, la marca más exitosa de la fábrica de bicicletas Claeys, dividida en dos por una disputa entre hermanos, vistió a numerosos talentos en un llamativo rojo y blanco.

El otro original de Coppi, el amarillo, data de la última temporada del cinco veces ganador del Giro antes de su fatal enfermedad de malaria en 1960.
El maestro de todas las clases lo entregó, divertido y finalmente impresionado por su actuación, al aficionado vienés Alois Kasal, después de que este se colara en una carrera entre las estrellas y corriera junto a ellos.
Y el "Loisl", quien en su día fue campeón de montaña de Viena y que, con sus hoy 95 años, sigue siendo el mejor amigo del ahora centenario participante de la Vuelta a Austria, Kurt Enekel, se lo legó al "Papa de la bicicleta" Michael Zappe.

Del Italia de los años 50, representado aquí de manera prototípica por el característico maillot de líder del Giro, el Maglia Rosa, nos trasladamos a la república alpina.
En este país, las primeras ediciones de la Vuelta a Austria tuvieron un efecto casi afrodisíaco para el repentinamente pequeño país, aún dividido en zonas de ocupación. En 1949, la gente formaba filas desde el Riederberg hasta la Plaza del Ayuntamiento de Viena para aclamar al ganador de la primera edición, Richard Menapace, quien, por cierto, aún no había sido naturalizado en ese entonces.
Y también en los años posteriores, hasta bien entrada la década de 1980, la Vuelta a Austria desató auténticos entusiasmos; clases enteras de escuelas se desplazaban, por ejemplo, al borde de las carreteras para animar. Probablemente, esta sea una de las razones por las que los nombres de antiguos ganadores y "reyes del Glockner" todavía se pronuncian hoy en día con reverencia.

El 1er Seis Días de Viena de 1952 en el velódromo del Prater despertó, en comparación, solo un interés limitado por parte del público. La afluencia no justificó ni siquiera – como es habitual en los Seis Días – un programa continuo.
Sin embargo, quienes asistieron pudieron mantenerse fácilmente al tanto de qué equipo lideraba o perdía, gracias a los jerseys finamente confeccionados con un llamativo diseño de bloques de color. Además, el programa incluía tablas de clasificación diarias para anotar, con asignaciones precisas de corredores y colores de los jerseys.

Y ya que estamos en Viena: el hermoso jersey del RC Hernals, fundado en 1953, presenta una refinada innovación constructiva. Bandas de soporte internas, cosidas en los hombros y los bordes de los bolsillos, mantenían la lana elástica en forma y aseguraban que la parte trasera permaneciera en su lugar cuando los tres compartimentos de almacenamiento estaban cargados.

En Austria, permaneciendo y fríamente ignorando al probablemente mejor ciclista de todos los tiempos, Eddy Merckx, y sus bien conocidos equipos Faema y Molteni, es momento de mencionar a Franz 'Ferry' Dusika. Como destacado ciclista de pista en el período de entreguerras, el posterior empresario y gerente, con un pasado nazi encubierto, utilizó sus contactos, entre otras cosas, para fundar en 1968 la Dusika Jugend Tour. La vuelta ciclista juvenil más importante de Europa para jóvenes de 17 y 18 años sirvió como trampolín hacia el gran escenario para numerosos talentos, quienes en años anteriores habían presionado sus narices contra el escaparate de la renombrada tienda de bicicletas de Dusika.
Lo que llama la atención sobre el maillot correspondiente: ya cuenta con cremallera frontal en lugar de botones y cuello alto en lugar de cuello polo, pero aún conserva los bolsillos en el pecho.

Lo mismo se aplica al original de principios de los años sesenta de la Union Peterquelle. Y, a juzgar por la cantidad de reparaciones, la parte superior mostaza de este club amateur, que más tarde pudo fichar a muchas estrellas nacionales como Wolfgang Steinmayr (legendario ganador de la Vuelta a Austria en 1972, 73, 75 y 76), era probablemente muy apreciada y valiosa para su anterior propietario.
El compromiso de la marca de agua mineral de Estiria, por cierto, también hace visible para Austria lo que se convirtió en una práctica habitual a nivel internacional a partir de los años 60: después de que la importancia de la bicicleta como medio de transporte y, con ello, el poder financiero de la industria ciclista disminuyeran gradualmente, patrocinadores de otros sectores intervinieron y comenzaron a lucir sus bebidas, máquinas de café, maquinillas de afeitar, productos farmacéuticos y mucho más en los maillots de los grandes y legendarios equipos de ciclismo.

Más profunda en el bote de pintura que la fuente Peterquelle, en el extranjero siempre destacó Cycles Mercier, constante patrocinador del "eterno segundo" Raymond Poulidor. Al contemporáneo de Jacques Anquetil primero, y Eddy Merckx después, se le negó la victoria en el Tour pese a 14 intentos. Sin embargo, el lila-amarillo ‚Poupou' en su máquina de trabajo rosa se convirtió en favorito del público.
Hablando de máquinas: Las bicicletas de los años 1960 estaban equipadas estrictamente con componentes franceses (Simplex, Huret) o italianos (Campagnolo) y habían cambiado considerablemente: llantas de aluminio, cambios de paralelogramo (oblicuos), diez velocidades, pedales con correas, la botella de agua de plástico en lugar de metal y trasladada del manillar al triángulo del cuadro. Los torsos envueltos en neumáticos eran cosa del pasado; en cambio, aparecieron por primera vez anillos de protección en las cabezas de los ciclistas.

En pequeño también en el club amateur vienés RC Grüner Veltliner. Su copa de vino en el pecho del todavía bastante clásico maillot de manga larga sigue estando bordada y no estampada. Sin embargo, esto denota, especialmente cuando se combina ocasionalmente con blazers de terciopelo verde (!), un gran amor por los detalles, casi al estilo italiano.
En In Velo Veritas, el RCGV encaja como anillo al dedo, porque: Fundado por antiguos profesionales, disfrutaban, siempre que los campeonatos nacionales no se transformaran en duelos de club para ganar un doble "Grü W" por persona, de visitas a las tabernas locales durante las salidas. Y probablemente lo hacían con gorra ciclista, y quizás ya con pantalones de lycra, ya que las prendas de este material sintético extremadamente elástico y resistente desarrollado por DuPont se difundieron rápidamente a mediados de los años setenta.

Cómo manejaban „la parte inferior“ los miembros destacados del equipo Ijsboerke, fundado en 1973, no se sabe. En la parte superior, el fabricante belga de helados y proveedor Gios, con su icónico azul, apostaron más por la continuidad que por la innovación.
Este conjunto, muy popular en los círculos vintage, fue llevado, entre otros, por Dietrich „Didi“ Thurau. El alemán, subcampeón del mundo en 1977 detrás de Francesco Moser y 15 días en el maillot amarillo del Tour de Francia, dio al ciclismo en su país natal una popularidad enorme, aunque temporal, y a su equipo de los dos años siguientes, dos victorias en clásicas, una etapa del Tour y otra medalla de plata en el campeonato mundial.

¿Y cómo es todo esto en In Velo Veritas? Allí pedalea la réplica de lana, producida nuevamente en el marco de la actual tendencia retro y adquirible en línea, junto al modelo Banesto encontrado en una caja, pedalean los calcetines de puntos junto a la camisa de flores. Algunos pantalones bombachos se cruzan con jerseys al estilo Mondrian o inspirados en las barras de chocolate Manner, mientras que la ropa de clubes de antaño rueda hombro a hombro con la indumentaria ciclista más moderna. Y sobre todo ello destacan los logotipos audazmente curvados o claramente definidos de fabricantes y patrocinadores, desde los antiguos hasta los actuales: Molteni, Guerra, Kas, Flandria, BIC, Wiel’s, Atala…
Más que auténtico, parece que lo colorido es lo que se busca, ya que el paseo clásico, además de los auténticos "metaleros antiguos", cuenta al menos con tantos seguidores en círculos mucho menos especializados en el tema principal, que simplemente quieren disfrutar de un hermoso día en bicicleta y rendirse a la despreocupación tanto visual como práctica.

Al mismo tiempo, en el recorrido clásico por la región de Weinviertel, cada año se pueden admirar auténticos tesoros textiles: El maillot amarillo del ganador más joven de la Vuelta a Austria de todos los tiempos, perteneciente a Gerhard Zadrobilek en 1981, o el maillot 7-Eleven del mismo, con el que logró su primera victoria en la Copa del Mundo en San Sebastián en 1989. Una gran cantidad de maillots Puch - después de todo, estamos en Austria - en diversos estilos y diseños, siendo probablemente los más legendarios aquellos de lana con mangas rayadas en rojo-blanco-rojo, como los que llevaba originalmente el cuatro veces Rey del Glockner y tres veces ganador de la Vuelta a Austria, Rudi Mitteregger. El maillot del equipo nacional de gran tamaño de la campeona austriaca Hanni Hack, con sus bolsillos traseros rojos, la inscripción curva de "Austria" y el emblema nacional en el pecho. O la versión bastante similar pero significativamente más moderna del olímpico Andreas Langl.
Por cierto, para aquellos que al ver el nuevo diseño del maillot de merino de IVV de este año recuerden precisamente esos maillots del equipo nacional: Correcto, ¡las versiones de los años 80 fueron la inspiración!
Así que hay de todo en los pantalones cortos y maillots con los que se participa cada año en In Velo Veritas. Un poco de carnaval, algo de admiración, una pizca de historicismo y, de vez en cuando, incluso verdadera originalidad. Pero, sobre todo: ¡mucha alegría de vivir!